El Guadalquivir, vía comercial
Estrabón, en cuyo libro II de su Geografía, la principal
fuente para el conocimiento de los pueblos de la Híspanla Antigua, en
tiempos de Augusto (27-14), dejó datos importantes sobre la navegabilidad de
los ríos hispanos. Sobre el Guadalquivir 1 escribe (III, 2,1):
Las orillas del Betis son las más pobladas; el río puede remontarse
navegando hasta una distancia aproximada de dos mil doscientos estadios,
desde el mar hasta Córdoba y hasta algo más arriba. Las tierras están
cultivadas con gran esmero, tanto las ribereñas como las de sus breves
islas. Además, para recreo de la vista, la región presenta arboledas y
plantaciones de todas clases, admirablemente cuidadas. Hasta Hispalis, lo
que supone cerca de quinientos estadios, pueden subir navios de gran tamaño;
hasta las ciudades de más arriba, como Ilipa, sólo los pequeños. Para llegar
a Córdoba es preciso usar ya de barcas de ribera, hoy hechas de piezas
ensambladas, pero que los antiguos las construían de un solo tronco. Más
arriba de Cástulo el río deja de ser ya navegable.
Antes del párrafo trascrito aludiendo Estrabón a toda la Turdetania, afirma:
"Las ciudades son numerosísimas, pues dicen llegar a doscientas. Las mas
importantes por su tráfico comercial son las que se levantan junto a los
ríos, los estuarios o el mar". Todo el gigantesco comercio de la Bética
2 salía hacia el exterior Guadalquivir abajo.
El geógrafo griego afirma (III, 2,4): "Turdetania (la Bética) es un país
sumamente próspero. Dando productos de todas clases y en gran cantidad. Esta
riqueza se duplica por la exportación. Porque lo que sobra se vende
fácilmente dado el gran número de barcos.
Esto (la exportación) está facilitada por los ríos y los estuarios, que, como tengo dicho, se parecen a los ríos y son navegables como aquéllos, no sólo con barcos pequeños sino también con barcos grandes, desde el mar hasta las ciudades del interior".
Más adelante (III, 2, 6): "se exporta de Turdetania mucho trigo, vino y aceite, no sólo en cantidad, sino también, muy bueno. Igualmente exporta cera, miel, pez, mucho kermes y almagre, que no es inferior al de la tierra de Sirope..."
Todos estos productos se exportaban a Roma vía Ostia y Puteoli a través del Guadalquivir, pues el transporte fluvial era mucho más barato y rápido que el terrestre. Estrabón (III, 2, 8) alaba la riqueza en minerales de Turdetania, sacando los datos de Posidonio, que a comienzos del siglo I a.C. vino a Cádiz a estudiar el fenómeno de las mareas y dejó una descripción de las minas del sur de Hispania 3. Afirma Estrabón que "en ninguna parte del mundo se han encontrado hasta hoy ni oro, ni plata, ni cobre, ni hierro en tal cantidad y calidad".
Recoge el geógrafo griego la frase de Posidonio de que "mirando aquellos lugares, que son unos tesoros eternos de la naturaleza, y un almacén inagotable para el Imperio". Pasa a describir el sistema de extracción del mineral. Toda Sierra Morena era un gigantesco coto de minerales ya explotado por Roma a finales de la República Romana. C. Domergue y nosotros excavamos durante cuatro campañas la mina La Loba 4, en territorio de Fuenteovejuna (Córdoba). Era una mina de plomo argentífero explotada por los publicanos hacia el año 100 a.C. Los almacenes se habían incendiado y todo el material se conservaba tal como quedó el día que se derrumbó la techumbre.
Los publicanos importaban el vino de Campania. También trajeron cerámica campaniense B de Italia. Como estas minas las había por decenas en toda Sierra Morena y su explotación se mantuvo hasta finales del siglo II. En Cerro Muriano, en plena Sierra Morena, se han descubierto unas galerías de mina, en perfecto estado de conservación, impresionantes, perfectamente talladas en la roca, que se ha supuesto que son las de Sexto Mario, cuyas minas confiscó Tiberio.
El historiador Tácito en sus Annales (VI, 19,1) escribe que a Sexto Mario, hispano muy rico, poseedor de minas de oro y plata, se le acusó en el año 33 de incesto perpetrado con la hija. Se le despeñó de la Roca Tarpeya de Roma. Según el historiador, la acusación era sólo un pretexto para confiscarle los bienes. Tiberio se quedó con las minas, aunque debía entregarlas al Senado, que era el que administraba la Bética.
En época de los emperadores Flavios, una inscripción hallada en Hispania (CIL II 1179 = Dessau I 1591) menciona un procurador del Monte Mariano. Otro se encontraba en Ostia, puerto de Roma, lo que indica que el mineral se enviaba a Roma (CIL XIV 52 = Dessau I 592; II 3527). Plinio, que fue procurador de la Provincia Tarraconense, en época Flavia y que manejó archivos del Estado (XXXIV, 4), alaba el cobre de las minas de Sexto Mario, de las proximidades de Córdoba. Una inscripción encontrada en Córdoba, capital de la Bética (CIL II 2269), conserva el epitafio de Corintio, siervo de Sexto Mario.
Córdoba era el centro de la administración de las minas, cuyos minerales se bajaban en carros o caballerías hasta Córdoba por el valle de los Pedroches, y de aquí se embarcaban, Guadalquivir abajo, a Roma. En Córdoba debía encontrarse la sociedad, que controlaba las minas de Sierra Morena. Hoy en día, para la sigla SC, que se interpretaba societas castulonensis, se propone la lectura de societas cordubensis. Esta sigla aparece frecuentemente en Sierra Morena, pero no en Cástulo, donde prácticamente es inexistente. Sierra Morena lleva el nombre de Monte Mariano, según el geógrafo griego del siglo II Ptolomeo.
En el Itinerario de Antonino (206) se menciona en Hispalis el mons Marianorum. También se cita una estación Mariana, hoy Mariena, vecina a Puebla del Príncipe. El historiador Dión Cassio (LVIII, 22, 2), en época de los Severos, recoge otra causa del proceso de Sexto Mario, que cayó en desgracia ante Tiberio por haber sustraído a su bella hija a los deseos del emperador. Toda la actual provincia de Córdoba, estaba llena de minas en explotación durante el Imperio Romano. Los minerales se embarcaban en el puerto fluvial de Córdoba para su exportación.
García Romero 5 ha estudiado la minería de la Córdoba romana. Ya desde finales de los siglos II-I a.C. se explotaban las minas de Córdoba, confirmando la afirmación que hace Diodoro Sículo (V, 35-38) en su famosa descripción de las minas hispanas, de que todas las minas fueron antes explotadas por los cartagineses y antes por los iberos. Según Plinio (XXXIII, 96) los pozos abiertos por Aníbal se hallan aún en explotación y conservan los nombres de sus descubridores. La mina de Los Almadenes (Pozoblanco), a juzgar por el tesorillo de 1.000 denarios, fechados en el año 107 a.C., se encontraba en explotación.
Las minas y fundiciones de esta época catalogadas por J. García Romero son 57, que suponen el 46,34% del total de los 123 yacimientos romanos estudiados y el 75% de los 76 conocidos con precisión. Este autor conoce, entre minas y fundiciones de la primera mitad del siglo I, 22 yacimientos en la provincia de Córdoba, que supone un 17,88% del total de 123 yacimientos estudiados y el 28,94% de los 76 datados con precisión.
Las minas y fundiciones de la
segunda mitad del siglo I y del siglo II son 31, lo que supone un 25,20% del
total de las 123 estudiadas. En los siglos III-IV las explotaciones de las
minas hispanas caen en picado. Sólo se trabaja en 16 minas y
fundiciones, lo que supone el 13% de los 123 yacimientos estudiados y el 21%
de los 76 datados con precisión. Una de las minas más famosas de la
Antigüedad fue la de Sisapo, Almadén, en Ciudad Real, que pertenecía a la
Bética. Plinio (XXXIII, 118) dice de ella:
Según Iuva, el minio se produce en Carmania, y según Timagenes, también
en Etiopía; pero nosotros no lo importamos de ninguno de estos dos países,
sino casi todo de Hispania. El minio más conocido es el de la región
sisaponense, en la Bética, mina que es propiedad del pueblo romano. Nada se
vigila con más cuidado; no está permitido refinarlo en plaza, sino que se
envía a Roma, en bruto y bajo sello, en cantidad de unas 2.000 [otros
manuscritos ponen 10.000] libras de peso al año. En Roma se lava. Con el fin
de que no alcance precios altos, una ley ha fijado su valor en venta, es de
70 sestercios la libra. Se adultera de muchos modos, lo que proporciona
grandes beneficios a las compañías.
El mineral se exportaba por Cerro Muriano, a través del valle de los Pedroches a Córdoba. Se sabe este dato por la aparición de una inscripción bailada cerca de Cerro Muriano que menciona una calzada privada de la societas sisaponensis. Al norte de Sierra Morena, en la provincia de Ciudad Real, se han descubierto unas gigantescas explotaciones de hierro, cuyo mineral se transportaba a Córdoba, para allí embarcar a Roma, al igual que el minio de Sisapo.
Los minerales de la Beturia Céltica y de Huelva, Río Tinto, Tarsis y Aznalcóllar se sacaban a Itálica 6. Cástulo 7, sobre el río Guadalimar, tenía un puerto fluvial. Es muy posible que allí se embarcase todo el numeral de Oretania (El Centenillo y alrededores de Cástulo), donde se encontraba la famosa mina Baebelo, que rentaba a Aníbal 300 libras diarias.
En época de Plinio (XXXIII, 97) se habían excavado 1.500 pasos. Trabajaban en este pozo aquitanos, célebres mineros en la Antigüedad. Por el Guadalquivir abajo se exportó a Roma todo el aceite bético. Con las ánforas, que lo transportaban a Roma, machacadas, se hizo un monte artificial, el Testaccio 8, cerca del puerto de Roma.
Un equipo español e italiano lleva 18 campañas excavando en él. Debió comenzar hacia el 60 a.C. Estrabón, en el texto citado, menciona en época de Augusto grandes cantidades de aceite bético enviadas a Roma. En el Testaccio dejaron de depositarse ánforas héticas en torno al 260.
Los científicos italianos han calculado que el Testaccio tuvo cerca de 26 millones de ánforas, que transportaron a Roma 1.700.000 toneladas de aceite. A partir de la época de los Severos entre un 9%-12% son ánforas procedentes del norte de África, principalmente del África Proconsular (Túnez).
Después del 260 no se cortó la explotación de aceite bético, como se creía hace años. Cambió el envase. En vez de la llamada Dressel 20, se utilizó la Dressel 23, pero no se hizo un nuevo Testaccio. Las bocas y el cuello de este nuevo tipo de ánforas servían de material de construcción y se empleaba en las bóvedas, como en las de la Basílica de Magencio en Roma.
El aceite bético no sólo se exportó a Roma, sino a Britannia 9, a la frontera del Rin 10 y del Danubio para ser distribuido al ejército, al norte de Italia y hasta Alejandría 11. La zona productora de aceite en la Bética es la comprendida entre Hispalis y Córdoba, que es de la que aparecen las estampillas con los nombres de los productores impresos en las asas de las ánforas. De la zona de Cástulo no han aparecido ánforas, a pesar que una inscripción es la cabecera del scriptum sacrum de re olearia.
Toda esta zona aceitera estaba llena de alfarerías 12. Los puntos de embarque del aceite (Fig.1)
(Fig. 1)
estaban próximos a las alfarerías y allí mismo se encontraban los controles estatales del aceite. La administración estaba dividida por conventus: Astigitanus, Cordubensis e Hispalensis.
Junto al Guadalquivir, vía fluvial del transporte de los productos de la Bética a Roma, iba la vía Augusta 13. Los Vasos de Vicarello describen el trazado de la vía desde Cádiz, pasando por el Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera, Hispalis, Carmona, Écija, Córdoba, Valencia, Sagunto, Tortosa, Tarragona, Gerona, Junquera, Los Pirineos, hasta Roma. El trazado se encuentra sobre los vasos de Vicarello.
Fueron hallados en la estación termal de Aquae Apollinares, en Bagni di Vicarello 14, junto al lago Bracciano, a 30 km de Roma. Los vasos son cuatro. Se hallaron en compañía de 1.200 libras de aes rudae, alrededor de 1.400 monedas fundidas y varios miles de monedas y gran cantidad de recipientes de bronce, plata y oro, que eran ofrendas votivas a Apolo, a las ninfas y a otras deidades.
Los vasos son cilíndricos. Se conservan en el Museo de las Termas en Roma, y una copia en la Real Academia de la Historia en Madrid. El trazado de la vía se divide en etapas. Se menciona el punto de partida y de llegada. Desde Taorinos no se cita el punto de partida y llegada hasta Roma.
Se enumeran las mansiones con ciertas divergencias, tanto en la ortografía, como en la redacción. Se ha supuesto por Chevalier que los vasos podían ser un modelo de un miliario áureo, en mármol con letras de bronce, colocado en el Foro Romano, el año 20 a.C., cuando Augusto fue curator viarius o de una columna parecida levantada en Cádiz. Según Heurgon, el cuarto vaso debe fecharse a finales del reinado de Augusto o a comienzos del de Tiberio, mientras los otros tres remontan a los primeros años del Principado, creado por Augusto. Los vasos mencionan en el trayecto hispano 44 estaciones de Cádiz hasta Iuncaria. Corresponden a la vía Augusta, de la que se conservan muchos miliarios.
El Itinerario de Antonino se reconstruye de la unión de seis rutas diferentes 15. ElItinerario de Antonino se redactó o se refundió en época de la Tetrarquía a mitad del siglo VI, pues menciona a Constantinopolis. La opinión, que parece ser de más valor, se inclina por datarlos en el decenio del 280. El nombre de Constantinopla, que se lee en unos pocos manuscritos, podría ser un añadido. La opinión más generalizada (Pinder, Wesseling, Parthey) cree el Itinerario de Antonino una publicación de carácter oficial, que recoge la red viaria de las calzadas del Imperio. Para Van Berchem el Itinerario sería una relación de mansiones en relación de la percepción de la annona. La fuente de información sería un archivo de las calzadas de las distintas provincias del Imperio señalando el recorrido, las distancias y el estado de conservación.
En la actualidad se asigna al Itinerario de Antonino un carácter de colección privada, sin ninguna conexión oficial, en relación con el ejército, el correo, o las obras públicas. Para algún investigador es un trabajo de biblioteca (Kubitschek). Para otro, se trataría de la ruta de un comerciante (Miller). Se ha pensado que la fuente de información sería una serie de itinerarios aislados. En el trazado, que interesa al contenido de este trabajo, las distancias en millas son: de Córdoba a Cástulo 99 millas, otra calzada de Córdoba a Cástulo 78 millas, de Cádiz a Córdoba 295 millas, de Hispalis a Córdoba 93 millas. El transporte fluvial del Guadalquivir era más importante que el de la Vía Augusta, pero ambos se complementan. Para viajes se debía usar una calzada, quizás en trayectos cortos.
Texto cedido por José María Blázquez Martínez. Historiador
Bibliografia
1 L. Abad, El Guadalquivir
vía fluvial romana, Sevilla 1975; G. Chic, "Nuevas consideraciones sobre la
navegación fluvial del Guadalquivir", El Betis-Guadalquivir, puerta de
Hispania, Sanlúcar de Barrameda 2003, págs. 41-66; Id., La navegación por el
Guadalquivir entre Córdoba y Sevilla en época romana, Écija 1990; M. J.
Parodi, Ríos y lagunas de Hispania como vías de comunicación. La navegación
interior en la Hispania romana, Écija 2001, págs. 21-41. Para el tipo de
barcos fluviales del Guadalquivir en épocas más recientes: "Barcos y
barqueros de Sevilla", Historia, Instituciones, Documentos 21,1999, págs.
1-11. Agradezco a los profesores J. M. Abascal y A. M. Canto las sugerencias
y la bibliografía incorporadas al texto.
2 J. M. Blázquez: Economía de la Hispania romana, Bilbao 1977, págs.
202-207; 217-237,320-323, Id.,
Historia de España. España Romana, Madrid 1982, págs. 319-325, 383-385.
3 J. M. Blázquez: Economía de
la Hispania romana, II.1, págs. 199-202, 255-260, 263-266, 271-275; Id.,
Historia de España. España Romana, II.1, págs. 301, 306-309, 313-319,
366-370; C. Domergue, Catalo-
gue des mines et des fonderies antiques de la Péninsule Ibérique, París
1987, págs. 59-180, 253-292.
4 La Loba (Fuenteovejuna province de Cordoue. Espagne). La mine et le
village minier antiques, Burdeos 2002.
5 Minería y metalurgia en la Córdoba romana, Córdoba 2002.
6 A. M. Canto: Epigrafía romana de la Betuna Céltica, Madrid 1997, págs.
33-39.
7 J. M. Blázquez, Cástulo I, Madrid 1975; Id., Cástulo II, Madrid 1979; J.
M. Blázquez y J. Valiente:
Cástulo III, Madrid 1981; J. M. Blázquez, R. Contreras y J. J. Urruela,
Cástulo IV, Madrid 1984; J.M.
Blázquez y M. P. García-Gelabert, Cástulo V, Madrid 1985; J. M. Blázquez y
M. P. García-Gelabert,
Cástulo, Jaén, España L Excavaciones en la necrópolis ibérica del Estacar de
Robarinas (siglo IV a.C.) ,
Oxford 1988; Id., Cástulo, ciudad ibero-romana, Madrid 1994; M. P. García-Gelabert
y J. M. Blázquez,
Cástulo, Jaén, España II. El conjunto arquitectónico del Olivar, Oxford
1999.
8 J. M. Blázquez y J. Remesal,
Estudios sobre el Monte Testaccio I(Roma), Barcelona 1999; Id., op. cit.
II, Barcelona 2001; Id., op. cit. III, Barcelona 2003; P. Berni, Las ánforas
de aceite en la Cataluña romana, Barcelona 1998.
9 C. Carreras, Economía de la Britannia Romana: la importación de alimentos,
Barcelona 2000.
10 J. Remesal, La annona militaris y la exportación del aceite bélico a
Germania, Madrid 1986.
11 E. Lyding, "Exportation of olive from Baetica to the Eastern
Mediterranean" J. M. Blázquez y J. Remesal (eds.), Producción y comercio del
aceite en la Antigüedad, Madrid 1984, págs. 391-440.
12 M. Ponsich: Implantation rurale antique sur le Bas-Guadalquivir. La
Campana, Palma del Río-Posadas, Paris 1979; Id., III. Bujalance, Montoro,
Andújar, Madrid 1987; Id., IV. Écija, Dos Hermanas, Los Palacios y
Villafranca. Lebrija, Sanlúcar de Barrameda, Madrid 1991.
13 R. Corzo y M. Toscano, Las vías romanas de Andalucía, Sevilla 1992; AA.VV.:La
Vía Augusta en la Bética, Sevilla 2001; J. Lostal, Los miliarios de la
provincia Tarraconense, Zaragoza 2001; P. Sillières, Les voies de
communication de l'Hispanie méridionale, París 1990, págs. 291-322-328. El
autor habla del Itinerario de Antonino en las páginas 19-31, y de los vasos
de Vicarello en las páginas 35-40.
14 J. M. Roldán, Itineraria Hispana, Fuentes antiguas para el estudio de las
vías romanas en la Península
Ibérica, Madrid 1975, págs. 149-160, láms. XIII-XIX.
15 J.M. Roldán, op. cit., págs. 19-101.